Por Carlos de Perez.
Todos los días surgen nuevas formas de delitos, novedosas, creativas e inimaginables para quienes vivimos ajenos a esas actividades.
Sin embargo ha surgido una interesante compañía que “crea delincuentes”, adocenada por fiscales, y abogados que ante su incapacidad de mantener el debate jurídico, los argumentos y la consecución de los “fines lícitos” que representan se prestan a la más baja y burda de las actividades, el chantaje y cuando este no da los resultados perseguidos, entonces “crean un delincuente”.
Esta compañía se encuentra en su apogeo, en el clímax de su existencia, hoy que pululan “los profanos del derecho”, los que convierten la ley en baratijas, los que confunden calidad, con capricho, los que ante el deber prefieren “hacerse los locos”, los que no están al día con las modificaciones legales, los que no distinguen entre una pretensión seria y los que usan “la justicia como chantaje”. Los que prometen “favores” a cambio de otros “favores”.
Pues… ¿y qué hacen esos nuevos delincuentes?, esos son delincuentes, por lo general humildes, que invierten su tiempo en estudiar, han fortalecido su carácter, trabajan como pocos, pierden y ganan procesos legales, pero… saben distinguir entre guardián y tutor, saben que una secretaria de un tribunal de la República es una importante servidora pública, saben que el Ministerio Público debe responder por escrito todos los procesos de los cuales este apoderado, saben que el ejercicio del derecho es dinámico y que requiere como pocas áreas de las ciencias sociales un elevado nivel de ética y credibilidad, además de lo anterior son competitivos lo que los hace a los ojos de los mediocres seres despreciables y dignos del sicariato moral por el imperdonable pecado de la preparación profesional.
Es entonces cuando “honorables” miembros del Ministerio Público, la Policía Nacional, y de los Tribunales de la República, le crean expedientes, sin sustentos, que luego mueren en los tribunales y en ocasiones con la complicidad absoluta de varios actores fabrican “mentiras que ganan juicios tan sumarios que envilecen el cristal de los acuarios…”.
Por ello, se hace necesario depurar que creemos entre todo lo que oímos, pues, hay aquel que con tal de que el otro quede ciego se sacaría un ojo sin dudarlo, con una justicia en crisis, a veces se invierten los roles y el delincuente es más honorable que el juez vil que lo juzga.
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